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Más que nunca, más inmigrantes en Chicago están bajo vigilancia de ICE en Chicago

Yudis no se ha sentido igual desde que los funcionarios federales de inmigración le colocaron un monitor de tobillo hace casi un año.

Se le hincha el tobillo, su ciclo menstrual ha cambiado y ha sufrido hemorragias nasales.

Yudis, quien pidió que no se publicara su nombre completo debido a su caso de inmigración pendiente, dice que se sorprendió cuando los funcionarios de inmigración le colocaron un monitor de tobillo después de que cruzó la frontera sur hacia los Estados Unidos con su hija embarazada de 15 años.

Este noviembre se cumplirá un año desde que Yudis, quien se mudó a los suburbios de Chicago porque un amigo de Venezuela se había establecido allí, fue colocada bajo monitoreo electrónico sin un final a la vista. Su esposo permanece en Venezuela y un hijo emigró a California.

“Es horrible”, dice la mujer de 46 años. “Desde que me pusieron ese monitor en el pie, todo mi cuerpo ha cambiado”.

El número de personas monitoreadas electrónicamente por la oficina de campo de Chicago del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) ha crecido en un 556% en los últimos cinco años. Ese porcentaje incluye a las personas monitoreadas por ICE que viven en Illinois, Indiana, Wisconsin, Missouri, Kentucky y Kansas.

En septiembre de 2019, 2,921 personas estaban bajo algún tipo de monitoreo electrónico. Ese número aumentó a 19,160 el mes pasado, según un análisis del Syracuse University’s Transactional Records Access Clearinghouse (TRAC, por sus siglas en inglés).

Las personas que están siendo monitoreadas por la oficina de campo de ICE en Chicago son ubicadas en el programa por un promedio de casi dos años.

La agencia no respondió a las preguntas sobre la oficina de campo de Chicago y por qué su monitoreo ha aumentado tanto.

ICE dice que la cantidad de personas que está monitoreando en todo el país ha disminuido de 321,000 personas en el año fiscal 2022 a 194,427 personas en el año fiscal 2023. En su informe anual, dijo que la disminución podría deberse a que menos personas estaban siendo puestas bajo monitoreo en la frontera sur y porque más personas están siendo expulsadas de este tipo de programas.

Este verano Chicago superó a la oficina de campo de San Francisco en tener el mayor número de personas inscritas en estos programas de monitoreo, dice Adam Sawyer, un investigador asociado de TRAC.

“Durante un tiempo ha estado aumentando constantemente”, agregó Sawyer. “Cada vez que salía, notaba que Chicago estaba subiendo poco a poco y San Francisco se mantenía estable”.

El monitoreo electrónico varía desde un monitor de tobillo hasta un dispositivo que se parece a un reloj inteligente.

La mayoría de las personas (más de 15,700) están inscritas en un programa llamado SmartLINK que ICE ha utilizado desde el año fiscal 2018, que es una aplicación de teléfono que utiliza tecnología de reconocimiento facial y GPS para controlar el cumplimiento, según su sitio web.

El seguimiento de los migrantes por parte de ICE comenzó a aumentar durante la pandemia de COVID-19, dijo Fred Tsao, asesor principal de políticas de la Coalición de Illinois para los Derechos de los Inmigrantes y Refugiados (ICIRR, por sus siglas en inglés).

La aprobación de Illinois Way Forward —que prohibía a las autoridades locales detener a personas que se enfrentaban a la deportación— podría estar entre los factores que impulsan el aumento, dijo.

“Me gustaría pensar que Illinois Way Forward y el cierre de las cárceles simplemente le señalaron a ICE a nivel local que muchas de estas personas realmente no necesitaban ser encarceladas”, comentó Tsao. “La mitad de las personas que estaban encarceladas cuando Illinois Way Forward entró en vigencia finalmente fueron liberadas”.

César, quien vive en los suburbios, estuvo detenido en una cárcel de Illinois que detenía a inmigrantes hasta que fue liberado cuando la ley entró en vigor. Tuvo que llevar un monitor de tobillo durante aproximadamente un año, antes de que lo colocaran en SmartLINK. Pidió que no se publicara su nombre completo porque sigue bajo vigilancia electrónica por parte de ICE.

“La alternativa a tener este monitor puesto era ser detenido o deportado a México”, dijo César. “Así que, por supuesto, para mí el monitor era la mejor solución porque estaba con mi familia”.

Aun así, notó la forma en que la gente lo miraba cuando estaba en público con sus hijos. Contó que después de aproximadamente un año, los funcionarios accedieron a quitarle el monitor de tobillo y lo colocaron bajo vigilancia de SmartLINK.

Durante dos años, tuvo que enviar una selfie semanalmente a través de SmartLINK, una aplicación que mantiene en su teléfono celular que utiliza tecnología de reconocimiento facial y GPS para controlar su cumplimiento.

“Trabajo en un almacén, así que cuando tomo las fotos probablemente vean un montón de cajas, un edificio de ladrillos en el fondo”, agregó.

César, quien ha vivido en los suburbios de Chicago desde los años 90, dice que también tiene ciertas restricciones de viaje y que ha tenido que sortear la burocracia para obtener la aprobación para irse de vacaciones fuera del Medio Oeste con su esposa y sus cinco hijos.

No está seguro de si todavía debería ser monitoreado y no sabe cuándo terminará. César dice que todavía está tratando de ajustar su estatus migratorio.

La agencia federal dice que determina qué tipo de tecnología se debe usar para monitorear a una persona teniendo en cuenta el estatus migratorio de la persona, si es un cuidador o proveedor, vínculos comunitarios, antecedentes penales y el historial de cumplimiento de la agencia de la persona, según ICE. Esos factores también se utilizan para sopesar si una persona debe ser expulsada de sus programas de monitoreo.

Debido a la incertidumbre que rodea su caso, César dice que no ha querido impugnar legalmente su vigilancia. Recuerda los casi dos años que pasó en detención de inmigrantes y piensa que su situación podría ser peor.

“Para mí, estar con mi familia, estar en la comunidad, poder respirar aire fresco, para mí la alternativa a la detención en la que estoy funciona”, agregó. “Y para mí está bien”.

Karina Solano, organizadora comunitaria de inmigración de Chicago, dice que la gente duda en pedirle a ICE que los retire del programa por miedo a las represalias.

“Mucha gente está realmente nerviosa por hacer algo que parezca que no quieren cumplir con las cosas”, comentó Solano. “El ICE no les está diciendo cómo salir de este programa”.

Solano y otros defensores deinmigración dicen que algunos de los migrantes recién llegados a Chicago se encuentran entre los que están siendo monitoreados electrónicamente por los funcionarios de inmigración.

Agregó que algunas personas han sido monitoreadas durante cinco años. Solano dice que cree que el programa de la agencia federal es engañoso porque no lo considera una alternativa a la detención, incluso con las nuevas formas de monitoreo.

“Creo que están tratando de hacer que parezca que, bueno, ahora no serás tan estigmatizado cuando se trata de algo más discreto como una aplicación o un reloj”, explicó. “Pero ese no es el problema. El problema es el aspecto de vigilancia y cómo se utiliza para hacer que las deportaciones se realicen más fácilmente y en mayor número”.

Yudis, a quien le colocaron un monitor de tobillo después de ingresar a los Estados Unidos desde Venezuela, señala una mancha en su pierna.

Pat Nabong/Sun-Times

Yudis está preocupada por los efectos a largo plazo para la salud de usar un monitor de tobillo. Ha notado manchas en su pierna derecha encima del monitor y con frecuencia tiene problemas para dormir debido a la posición del dispositivo.

Otros migrantes que han sido colocados bajo monitoreo electrónico han reportado efectos secundarios físicos y mentales que van desde dolores y calambres hasta ansiedad, según un artículo académico titulado “Abolición de la detención de inmigrantes y la violencia de las jaulas digitales”, publicado este año en la Revista de Derecho de la Universidad de Colorado.

Una mañana, un brillo rojo emitió del dispositivo mientras Yudis lo cargaba y escuchaba música religiosa en el dormitorio que comparte con su hija adolescente y su nieta. Había planeado ir en bicicleta para ver una oferta de trabajo, aunque dijo que la gente la rechazó después de ver el monitor.

“Esto es muy incómodo”, aseguró. “Hace que la gente te mire como si fueras un criminal porque la gente dice que los monitores de tobillo son para los prisioneros. Así que es vergonzoso para mí”.

Dijo que en noviembre pasado los funcionarios de inmigración le colocaron el monitor en la pierna después de que cruzó de México a El Paso, Texas.

Yudis, a quien le colocaron un monitor de tobillo después de ingresar a los Estados Unidos desde Venezuela, se sienta en su casa en un suburbio de Chicago.

Pat Nabong/Sun-Times

Le dijeron que se presentara en la oficina de campo de Chicago, pero no le dijeron cómo podía hacer que le quitaran el monitor.

“Voy a cumplir un año. Deberían darse cuenta, porque ven a dónde vas… de que la persona no está haciendo cosas malas”.

Yudis, quien lleva un monitor de tobillo que está cubierto por sus pantalones, es vista afuera de su casa en un suburbio de Chicago.

Pat Nabong/Sun-Times

Traducido por Gisela Orozco para La Voz Chicago

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