Los mexicoestadounidenses que visitan México corren el riesgo de ser víctimas mortales de la violencia

Jesús Macías sólo quería ver a su madre. Viajó a México desde los EE.UU., como hacen tantos mexicoestadounidenses durante las vacaciones, porque quería estar con los miembros de su familia que amaba y extrañaba.

Le costó la vida.

Macías, un estadounidense que vivía cerca de Rockford, manejaba por Zacatecas el 30 de diciembre con su madre, esposa e hijo y se acercó a un retén aleatorio en Jalisco, dijeron las autoridades.

Me imagino que se puso nervioso. Los estadounidenses que viajan por México nunca pueden estar seguros de si se encontrarán con oficiales de la ley legítimos, oficiales que buscan sobornos o soldados de un sindicato del crimen.

Macías, de 61 años de edad, siguió manejando; el grupo abrió fuego y lo mató. Fue el cuarto ciudadano de Illinois que recibió un disparo y el tercero que murió mientras visitaba a sus seres queridos en México en diciembre.

El 27 de diciembre, Vicente Peña Jr., de 38 años de edad y Antonio “Tony” Fernández, de 44, ambos de Logan Square, fueron asesinados a tiros en un ataque en la carretera en Durango, justo al oeste de Zacatecas. El hijo de Peña, Jason, de 14 años, resultó gravemente herido y luego fue trasladado en avión al Texas Children’s Hospital en Houston.

Una llamada al hospital para verificar el estado del niño no fue devuelta.

Durante años, el Departamento de Estado de EE.UU. ha emitido advertencias de “no viajar” para Zacatecas, así como para los estados mexicanos de Colima, Guerrero, Michoacán, Sinaloa y Tamaulipas debido a la delincuencia y los secuestros. El gobierno recomienda a los estadounidenses “pensar dos veces” viajar a otros siete estados por las mismas razones. Dieciséis estados y la Ciudad de México están sujetos a “ejercer mayor precaución”.

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Una evaluación de riesgos

Algunos pueden ver estas largas listas y preguntarse por qué la gente sigue yendo a estas áreas. La cuestión es la siguiente: uno quiere ver a la gente que ama al menos de vez en cuando.

Hablo por experiencia propia. Hace unos años, uno de mis tíos, de unos 80 años de edad, tuvo complicaciones a causa de enfermedades crónicas. No estábamos seguros de que pudiera sobrevivir.

Planifiqué una visita rápida para verlo. Volaría a Monterrey, Nuevo León, para pasar un fin de semana y se lo diría a un primo, a quien le pediría que fuera por mí. Él sabría qué carreteras eran demasiado peligrosas y debería evitar durante el viaje de 90 minutos hasta la ciudad natal de mis padres.

No quería quedarme mucho tiempo. Si lo hacía, se correría la voz de que había un estadounidense en la ciudad. Las organizaciones criminales han tenido tanto éxito con la extorsión y los secuestros que los holgazanes del vecindario han llegado a verlo como una forma fácil de ganar dinero rápido.

“Si tienes que tomar todas estas precauciones, ¿por qué lo haces?”, preguntó mi marido. Quería ver a mi tío, a quien adoro. Además, estaba haciendo todo lo posible para mantenerme a salvo.

En esa época, cuatro estadounidenses fueron emboscados y secuestrados en Matamoros, una ciudad fronteriza en Tamaulipas. Dos murieron. Me puse nerviosa y abandoné mi plan.

Afortunadamente, mi tío se recuperó.

Es cierto que muchos estadounidenses y mexicanos visitan México sin incidentes. Fuera de los lazos familiares, la gente va allí en busca de sol, playas, procedimientos cosméticos más baratos y atención médica.

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Pero no se deben ignorar los peligros. El 11 de diciembre, dos ciudadanos estadounidenses de California fueron encontrados muertos a tiros en su automóvil en Michoacán, donde se enfrentaban bandas de narcotraficantes.

En mayo pasado, un estadounidense y dos australianos fueron asesinados durante un viaje de surf y campamento en Baja California. Sus cuerpos fueron descubiertos en un bar.

‘Un hecho de la vida’

México no siempre fue así. Cuando era adolescente, mis familiares me advertían de la prevalencia del tráfico de drogas y de personas en la frontera norte de México. Más tarde, me enteré de que la zona de Acapulco, conocida en su día por atraer a celebridades como Elizabeth Taylor, Ronald y Nancy Reagan, se estaba convirtiendo en sinónimo de secuestros.

En las últimas tres décadas, la violencia se ha infiltrado en el interior del país.

Mis familiares en el norte de México me han descrito periodos de calma y momentos de incertidumbre, cuando estallan tiroteos entre soldados del gobierno y miembros de los cárteles en las calles de la ciudad. La extorsión es algo habitual.

La Comisión Internacional de Personas Desaparecidas dice que las “desapariciones cotidianas” de personas son un “hecho de la vida en México”.

No hay soluciones fáciles para la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, que se ha comprometido a reducir la delincuencia. Siglos de corrupción gubernamental trajeron al país a esta situación.

Los políticos que no se someten a las órdenes de las organizaciones criminales corren el riesgo de ser asesinados. Entre septiembre de 2023 y mayo de 2024, 34 candidatos que se postulaban o buscaban postularse para un cargo público fueron asesinados antes de las elecciones presidenciales de junio de 2024. Los informes de prensa dijeron que la mayoría de los asesinatos estaban relacionados con los cárteles de la droga.

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Los intentos del gobierno mexicano de enfrentarse a los cárteles han tenido un “éxito limitado”, según el Departamento de Relaciones Exteriores, y mucho derramamiento de sangre. Desde 2006, cuando el gobierno entró en guerra contra los cárteles, ha habido más de 431,000 homicidios.

No es de extrañar que los estadounidenses a veces se vean atrapados en el fuego cruzado.

Marlén García es miembro del Consejo Editorial del Sun-Times.

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Traducido por Gisela Orozco para La Voz Chicago

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