Mientras el presidente electo Donald J. Trump se prepara para implementar cambios radicales en las políticas que afectan a la inmigración y a los inmigrantes estadounidenses, uno de los temas que sus aliados examinan con lupa parece ser la ciudadanía por derecho de nacimiento: la declaración en la 14ª Enmienda de la Constitución de que todo aquel nacido en suelo estadounidense es ciudadano estadounidense, independientemente de la nacionalidad o el estatus migratorio de sus padres.
Algunos posibles integrantes del equipo de Trump han dicho que tienen la intención de dejar de emitir documentos de identificación federales, como tarjetas de Seguro Social y pasaportes, a los bebés nacidos en Estados Unidos de padres inmigrantes indocumentados, según el New York Times.
Este primer paso en el camino de negar la ciudadanía a personas nacidas en Estados Unidos refleja un conflicto que ha estado ocurriendo durante casi 200 años: quién puede ser ciudadano estadounidense.
Los debates en la historia estadounidense sobre quién obtiene la ciudadanía y qué tipo de ciudadanía obtiene siempre han involucrado cuestiones de raza y etnicidad, como hemos aprendido a través de nuestra investigación individual sobre el estatus histórico de los nativos americanos y los afroamericanos y la investigación conjunta sobre la restricción de la inmigración china.
Sin embargo, incluso en el entorno político altamente racializado de 1898, la Corte Suprema de los Estados Unidos decretó que los hijos de inmigrantes nacidos en los Estados Unidos eran ciudadanos, independientemente de la ascendencia de sus padres.
Esa decisión sentó las bases de la controversia actual.
La mayoría de los ciudadanos de los Estados Unidos nacen, no se hacen. Antes de la Guerra Civil, los Estados Unidos habían seguido en general la práctica inglesa de otorgar la ciudadanía a los niños nacidos en el país.
Sin embargo, en 1857, la Corte Suprema decidió el caso de Dred Scott contra Sandford, y el presidente de la Corte Suprema Roger B. Taney declaró que las personas de ascendencia africana, ya fueran libres o esclavizadas, e independientemente de dónde nacieron, no eran en realidad ciudadanos estadounidenses.
El Congreso rechaza la decisión en el caso de Dred Scott
Después de la Guerra Civil, el Congreso rechazó explícitamente la decisión Dred Scott, primero aprobando una ley que revocaba el fallo y luego redactando la 14ª Enmienda a la Constitución, que especificaba que “todas las personas nacidas o naturalizadas en los Estados Unidos, y sujetas a su jurisdicción, son ciudadanos de los Estados Unidos y del estado en el que residen”.
Este lenguaje amplio incluía intencionalmente a más personas que habían sido liberadas de la esclavitud al final de la Guerra Civil: durante el debate legislativo, los miembros del Congreso decidieron que la enmienda debía cubrir a los hijos de otros grupos no caucásicos, como los inmigrantes chinos y aquellos identificados en ese momento como “gitanos”.
Sin embargo, esta visión inclusiva de la ciudadanía aún tenía un área que los jueces no habían aclarado todavía: la frase “sujeto a su jurisdicción”. En 1884, la Corte Suprema tuvo que interpretar esas palabras al decidir el caso de un nativo americano que quería ser ciudadano, había renunciado a su membresía tribal e intentaba registrarse para votar.
Los jueces dictaminaron que, aunque John Elk había nacido en Estados Unidos, había nacido en una reserva como miembro de una tribu indígena y, por lo tanto, estaba sujeto a la jurisdicción de la tribu en el momento de su nacimiento, no a la de Estados Unidos. Dictaminaron que no era ciudadano.
Hubo que esperar hasta 1924 para que todos los indígenas americanos nacidos en suelo estadounidense fueran reconocidos como ciudadanos.
La inmigración planteó más preguntas sobre el texto de la 14ª Enmienda a finales del siglo XIX. Una ley de 1882 había prohibido a los inmigrantes chinos que vivían en Estados Unidos convertirse en ciudadanos naturalizados. Sin embargo, una corte del Circuito de California dictaminó en 1884 que los hijos de esos inmigrantes nacidos en Estados Unidos eran ciudadanos.
En 1898, la Corte Suprema abordó la cuestión en el caso Estados Unidos contra Wong Kim Ark y finalmente dictaminó que los niños nacidos en Estados Unidos estaban, en términos de la 14ª Enmienda, “sujetos a la jurisdicción” de Estados Unidos, siempre que sus padres no estuvieran sirviendo en alguna capacidad oficial como representantes de un gobierno extranjero y no formaran parte de un ejército invasor.
Esos niños eran ciudadanos estadounidenses al nacer.
En el fallo del caso de Wong Kim Ark, la corte no mencionó ninguna distinción entre los hijos de inmigrantes y residentes legales y los hijos de personas que estaban en Estados Unidos sin la documentación adecuada.
Todas las personas nacidas en Estados Unidos eran automáticamente ciudadanas.
Se ha encendido un nuevo debate sobre si el Congreso o el presidente, a través de una orden ejecutiva, tiene el poder de cambiar los límites en torno a quién puede ser ciudadano.
La mayoría de los académicos legales, incluso aquellos que son bastante conservadores, ven poco mérito en las afirmaciones de que las reglas establecidas de ciudadanía por derecho de nacimiento pueden ser alteradas.
Al menos hasta ahora, las cortes han seguido defendiendo la historia centenaria de la ciudadanía por derecho de nacimiento, que se remonta a antes de la propia Constitución y de los primeros fallos de los tribunales estadounidenses.
Pero si la administración de Trump aplica las políticas que han discutido figuras clave, es probable que la cuestión llegue nuevamente a la Corte Suprema, con el principio fundamental en juego.
Carol Nackenoff es profesora emérita de Ciencias Políticas en Swarthmore College. Julie Novkov es profesora de ciencias políticas y estudios sobre la mujer, el género y la sexualidad en la Universidad de Albany, Universidad Estatal de Nueva York.
Una versión de este artículo se publicó en The Conversation, organización de noticias sin fines de lucro dedicada a compartir las ideas de investigadores académicos.
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Traducido por Gisela Orozco para La Voz Chicago